Prólogo de mi libro

Amigos, aquí les traigo el prólogo de mi próximo libro "PIROLOGIA - el Reino del Fuego"

“Caía la noche y el cielo tronaba su furia amenazante…, él se agazapó sutilmente bajo el cobijo de un viejo roble tumbado por el viento, su cuerpo temblaba, su respiración era vertiginosa, sus ojos, desorbitados, husmeaban cautelosamente las primeras sombras en su búsqueda desesperada.

Corrió muy lentamente una pequeña rama y entonces…… allí estaba, contuvo la respiración y se quedó petrificado debajo del tronco.


Sabía uno de la presencia del otro, pero él tenía la suerte de haberlo visto primero.
Comenzó la lluvia, al principio tímidamente, pero al rato ya mostraba parte de su poder, el cielo mientras tanto seguía con su temeroso y soberbio concierto de truenos y luces, entonces muy despacio comenzó a abandonar su improvisado refugio vigilando que su camino se encuentre libre…. veía a la distancia el resplandor que lo salvaría.

Al principio caminó casi agachado entre las sombras, no le importaba si se mojaba, aunque su andar era fatigoso ya que su indumentaria pesaba mucho más cuando se mojaba. Comenzó entonces a trotar muy suavemente cuando, detrás de él, escuchó el inconfundible ruido proveniente de los pasos del pesado andar de quien se estaba cuidando, entonces…. aquel lento trote se transformó en una desesperada carrera hacia el resplandor.

Entró corriendo, torpemente, y jadeando al límite de sus fuerzas, tumbando al mismo tiempo algunos cacharros, buscando el refugio salvador detrás de la hoguera que su grupo mantenía a vivo fuego para quitar el frío dentro de la caverna y por la seguridad de todos.

Afuera, un enorme y pesado oso frenaba su marcha casi exhausto sabiendo que ya era una causa perdida, además, el advertir el resplandor del fuego sobre las paredes rocosas de la cueva lo hizo retroceder torpemente y casi a la carrera, el gran oso había conocido la defensa que tenía el grupo en carne propia.

Dentro de la cueva, el pequeño muchacho reía feliz junto al fuego, había pasado el peligro….”

Hoy ésta historia, producto de la imaginación del autor, podría haber salido de alguna película de aventuras ambientada en otros tiempos, pero es muy probable que éste relato haya sido parte de la vida cotidiana en los primeros tiempos del hombre.

Han pasado algo así como unos 500.000 años según la Historia Oficial, aunque recientes investigaciones y descubrimientos arqueológicos parecen situar en 1.400.000 años los días en que aquellos primeros homínidos lograron dominar el fuego.

Nota: Una estimación basada en la desintegración radiactiva del potasio en argón de los restos arqueológicos da la fecha de 1,4 millones de años atrás como la de posible invención del fuego por algún primitivo ejemplar de Homo erectus

El fuego tiene vida propia, nace, crece y se extingue, su forma de progresar es simplemente bella, su calor nos cobija y su luz nos tranquiliza, pero no siempre puede verse así, desgraciadamente tiene un perfil oculto mucho más temeroso y destructivo, es voraz cuando nos descuidamos y lo dejamos crecer sin control.

Hemos podido encontrar las diferentes formas de crearlo, desde los métodos primitivos de la prehistoria hasta el simple accionamiento de un encendedor. Y muchas veces esa maravilla incipiente creció alocadamente poniéndonos en peligro o simplemente haciéndonos huir desconsoladamente.

Mucho se ha hecho para tratar de dominarlo, algunas veces con resultados satisfactorios y otras que derivaron en accidentes graves. Hemos podido encontrar muchas armas para enfrentarlo, hemos inventado todo tipo de máquinas, productos, métodos, y siempre está latente el fracaso, aún hoy cuando la tecnología está más avanzada que nunca, y nuestros investigadores han llegado hasta límites inimaginables hasta hace poco, no podemos todavía entenderlo por completo.

Hoy en día es imposible imaginarnos la vida sin ésta maravilla, sigue para nosotros siendo una herramienta imprescindible, con infinitos usos cotidianos e innumerables beneficios, y sin ninguna duda lo seguirá siendo por mucho tiempo más.

Lo conocemos, y muy bien, sabemos cómo crearlo, controlarlo y utilizarlo. En ocasiones solemos contemplarlo, disfrutar su resplandor, oírlo crepitar, y sobre todo…. admirar su inmensa belleza, verlo crecer dentro de un hogar o en un fogón entre amigos, es una caricia para el alma.

Carlos

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